Sábado 31 de Mayo 2008. Tercera manga de la prueba clasificatoria para la Liga de Clubes. Amanece el día con el sol dejándose ver por fin, después de varios días de lluvia, con la confianza de que ésta no haga acto de presencia como ocurrió con la última prueba clasificatoria para el provincial. Cae la tarde y poco a poco los participantes van llegando. Tras una breve reunión en la terraza de un bar de la playa, se decide cambiar la ubicación de la prueba a la zona de la izquierda de Doniños, ya que la zona de la derecha presenta una configuración irregular y poco adecuada, en la que unas enormes pozas alternan entre lenguas de arena que se adentran muchos metros en el mar. Decisión acertada, ya que durante el marcaje se observa que la zona elegida es mucho más regular.
Comienza el sorteo de puestos y mientras que algunos participantes ven colmados sus deseos de acceder a los primeros puestos de la playa, casi a tiro de piedra del aparcamiento, otros nos acordamos de algún que otro santo cuando comprobamos que nos ha tocado en suerte una de las posiciones más alejadas. Y es que Doniños no tiene piedad con las espaldas y piernas de los pobres pescadores cuando lo que toca es darse un largo paseo por la arena.
A las 22 horas, todavía de día y con puntualidad británica da comienzo la prueba. El tiempo sigue acompañando, el mar rompe bonito y no se observa presencia de algas ni correntadas, tan solo un ligero viento lateral pero que en nada dificulta la acción de pesca. Se echa en falta sin embargo la presencia de las damiselas del club paseando por la playa y charlando con los participantes de puesto en puesto. La única que estaba en esta ocasión era Sandra, pero no parecía que tuviera intención de dedicarse a este tipo de actividades sociales.
Aún no ha caído la noche y en algunos puestos empieza a salir alguna que otra pieza: un lenguado por aquí, un sarguete por allá. Durante la prueba la información de lo que se está pescando es escasa, pero empiezan a correr rumores de que está saliendo pescado por toda la playa. A última hora incluso se comenta que alguien lleva treinta y tantas piezas, aunque como se vería posteriormente en el pesaje, no siempre hay que hacer caso a la rumorología. Lo cierto es que el pescado, aunque no fue abundante, salió de forma bastante repartida por toda la playa.
A las dos en punto suenan los silbidos que anuncian el final de prueba. Toca recoger el puesto de pesca y desandar lo andado. Los de los puestos más alejados nos volvemos a acordar de nuestros santos favoritos, sobre todo porque ahora hay que hacer el camino sobre la arena seca, que se empeña en enterrar nuestros pies y no dejarnos avanzar.
Por fin llegamos todos al aparcamiento y comienza el pesaje realizado en esta ocasión por Juan Carlos y Agustín, en el que se pudieron ver lenguados, sargos, alguna lubina, fanecas bravas, jurelos así como la única boga que se pescó hoy. Pesaje de infarto, por lo ajustadísimo de las puntuaciones que se iban obteniendo. Y es que, aunque hubo unos claros primero y segundo puestos en las personas de Angel Cordo y Adolfo Conde con 2622 y 1612 gramos respectivamente, en el resto de pesajes las diferencias rondaron tan solo los 40 gramos y en algunos casos incluso menos. ¡Bendita báscula de precisión! No me quiero imaginar lo que podría haber sido este pesaje si se hubiera realizado con la báscula de Rapala que usábamos tiempo atrás, aquella que pesaba de tropecientos en tropecientos gramos y cuya precisión era directamente proporcional al pulso del pescador al que ese día le tocaba sujetarla.
Y así, tras las despedidas de rigor, finalizó otra prueba más de nuestro querido club O Capote. Pasarán los años y algunos se acordarán más que otros de esta prueba, pero estoy seguro de que ninguno la tendrá tan presente como el Presi y Juan Carlos, cada vez que el Presi le recuerde aquella lubina que no le dio por válida por faltarle menos de un milímetro.
Crónica enviada por Francisco Castiñeiras.
